El impacto emocional de compartir la vida con una mascota.
- Centro Rumbos
- 29 jun
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El vínculo humano-animal: efectos psicológicos y emocionales de cuidar una mascota
Tener una mascota no es simplemente contar con compañía. Es construir una relación emocional profunda que transforma la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Las mascotas nos enseñan a cuidar, a conectar y a vivir con mayor sensibilidad.
Al respetar y cuidar estos vínculos, nos volvemos también más humanos. Y en ese acto cotidiano de alimentar, mirar, acompañar y acariciar, se activa una red invisible de bienestar que impacta nuestro cuerpo, mente y corazón.
Desde hace miles de años, los seres humanos han creado vínculos estrechos con los animales. En un comienzo, estos lazos eran funcionales: los animales ayudaban a cazar, proteger o transportar cargas. Sin embargo, con el tiempo, su rol ha evolucionado. Hoy, muchas personas consideran a sus mascotas parte de la familia, y esta relación no es unilateral: muchos animales, como los perros, asumen un rol activo dentro de lo que entienden como su “manada”, mostrando comportamientos de protección, cuidado y sensibilidad emocional hacia los humanos.
La ciencia ha demostrado que esta conexión tiene efectos profundos en nuestra salud física, emocional y social. El simple acto de convivir con un animal puede modificar nuestro cerebro y nuestra forma de estar en el mundo.
Acariciar, cuidar, vincular: el cerebro también responde

Cuando acariciamos a una mascota, nuestro cuerpo libera oxitocina, conocida como “la hormona del amor o del abrazo”. Esta sustancia está asociada al apego, la calma y la confianza. La interacción con animales también estimula la liberación de serotonina y dopamina, neurotransmisores que regulan el placer, la motivación y el estado de ánimo general. Gracias a estas respuestas neuroquímicas, el contacto cotidiano con mascotas puede reducir significativamente el estrés, la ansiedad y los síntomas de depresión (Beetz et al., 2012; Nagasawa et al., 2015).
“Los animales de compañía proporcionan consuelo, estructura, identidad y sentido de propósito” (Brooks et al., 2018).
Pasar tiempo con una mascota no es solo una experiencia placentera: es una forma natural y accesible de autorregulación emocional, clave para el bienestar.
El cuidado diario de una mascota ,alimentarla, bañarla, jugar con ella, atender su salud, activa habilidades esenciales para la vida en comunidad. A través de este vínculo, aprendemos a ser más empáticos, atentos y responsables. Estas capacidades son fundamentales para establecer vínculos humanos sanos y duraderos.
En niños y adolescentes, tener una mascota puede contribuir significativamente a su desarrollo emocional y social. Diversos estudios muestran que los menores que conviven con animales desarrollan mayor sensibilidad, tolerancia, constancia y capacidad de organización (Hirschman, 1994).
“El vínculo con un animal puede ser una forma poderosa de educación emocional y social”.
También en la adultez, cuidar de otro ser vivo despierta una faceta protectora, generosa y cuidadora que muchas veces no se había desarrollado plenamente.
Las mascotas, especialmente los perros, fomentan la actividad física regular y la estructuración del día. Pasearlos, alimentarlos y jugar con ellos nos obliga a mantener horarios, movernos y estar atentos a sus necesidades, lo que genera hábitos saludables que pueden mejorar nuestro ánimo y bienestar general.
Estas rutinas ayudan, especialmente, a quienes están pasando por momentos de desmotivación, duelo o trastornos del estado de ánimo, al ofrecer una estructura estable y un propósito diario (Hirschman, 1994).
Además, la actividad física al aire libre con una mascota ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes tipo 2, mejorando también la calidad del sueño y reduciendo el aislamiento.
Facilitadores sociales y lenguaje emocional

Las mascotas también cumplen un rol importante en la vida social. Al pasearlas o acudir a lugares donde hay otros animales, se generan espacios de interacción espontánea. Estos encuentros pueden abrir la puerta a nuevas amistades, redes de apoyo o momentos de conexión con otros.
Asimismo, convivir con animales fortalece nuestra capacidad de leer el lenguaje no verbal, entender señales sutiles, y sintonizar con el estado emocional de otro. Estas competencias —tan importantes en la comunicación humana— pueden desarrollarse de manera natural a través del contacto cotidiano con animales.
Defensas físicas e inmunidad emocional
La convivencia con mascotas tiene beneficios demostrados también en la salud física. Crecer en hogares con animales puede ayudar a fortalecer el sistema inmunológico en la infancia y reducir el riesgo de desarrollar alergias o asma (Beetz et al., 2012).
Más allá de lo físico, el consuelo que ofrecen las mascotas es insustituible. En momentos de soledad, pérdida o enfermedad, su presencia constante, libre de juicio, se convierte en un verdadero sostén emocional.
“Los vínculos afectivos con animales funcionan como relaciones de apego, similares a las más significativas entre humanos” (Archer, 1997).

Referencias
Beetz, A., Uvnäs-Moberg, K., Julius, H., & Kotrschal, K. (2012). Psychosocial and psychophysiological effects of human-animal interactions: the possible role of oxytocin. Frontiers in Psychology, 3, 234.
Brooks, H. L., Rushton, K., Lovell, K., Bee, P., Walker, L., Grant, L., & Rogers, A. (2018). The power of support from companion animals for people living with mental health problems: A systematic review and narrative synthesis of the evidence. BMC Psychiatry, 18(1), 31.
Hirschman, E. C. (1994). Consumers and their animal companions. Journal of Consumer Research, 20(4), 616–632.
Nagasawa, M., Mitsui, S., En, S., Ohtani, N., Ohta, M., Sakuma, Y., ... & Kikusui, T. (2015). Oxytocin-gaze positive loop and the coevolution of human-dog bonds. Science, 348(6232), 333-336.
Archer, J. (1997). Why do people love their pets? Evolution and Human Behavior, 18(4), 237–259.
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