La terapia de aceptación y compromiso (ACT) se enmarca dentro de las teoría cognitivo conductual de tercera generación. La aceptación es el proceso que da nombre a la terapia y consiste en abrirse a la experiencia de los pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones sin hacer nada para que desaparezcan. La aceptación no es pasiva, sino que abrirse al sufrimiento en la persecución de los valores y objetivos que se puedan activar en presencia del estímulo temido.
El compromiso con los valores genera el deseo y la determinación para actuar que permite exponerse al estímulo temido sin dar conductas de evitación.
Esta terapia también es denominada terapia contextual o relacional, ya que alude al análisis de la conducta de la persona en el contexto dado por el lenguaje. Se establece que el lenguaje sería el contexto constituyente de los problemas psicológicos.
La ACT se concentra en el fenómeno psicológico de evitación experiencia, se establece que la persona no está dispuesta a establecer contacto con sus experiencias privadas vividas adversamente, sean estos pensamientos, recuerdos o predisposiciones conductuales, lo realiza de manera destructiva.
El objetivo es eliminar la rigidez psicológica, que es el principal responsable del sufrimiento psicológico. Las características de la rigidez psicológicas son:
Evitar la experiencia.
No vivir en el presente
Falta de claridad de los propios valores o de las consecuencias deseadas.
Falta de compromiso y determinación ante sus propios deseos.
Defensa ante los intereses.
Ser el contexto de la experiencia y no uno mismo.
Fusión con el pensamiento.
Las herramientas o estrategias que se utilizan en esta intervención terapéutica, están basadas en un contexto verbal:
Metáforas
Paradojas
Ejercicios experienciales.
En resumen, la Terapia de Aceptación y Compromiso se encuentra en el marco de la actuación de la terapia cognitivo conductual, en los trastornos de evitación experiencial, con el objetivo de conseguir mayor flexibilidad psicológica.