En los últimos años, la prevalencia del trastorno del espectro autista (TEA) ha aumentado considerablemente, debido en parte a mejoras en los métodos de detección y a modificaciones en las definiciones diagnósticas. Este incremento ha revelado una disparidad de género significativa en los diagnósticos de TEA, con una proporción que varía desde 1,4 hombres por cada mujer diagnosticada hasta 15,7 hombres por cada mujer, según el estudio. Esta diferencia sugiere que un número mucho mayor de varones recibe el diagnóstico en comparación con mujeres, lo que puede estar relacionado con distintos factores como diferencias en las manifestaciones sintomáticas del trastorno según el género.Otra razon muy relevante es el sesgo de género , ya que las técnicas de evaluación,han sido diseñadas pensando en hombres y no resultan efectivas para detectar TEA en mujeres.
Por otro lado muchas mujeres, especialmente aquellas con alta capacidad cognitiva, suelen ocultar o compensar sus dificultades no dando señales de problemas en la comunicación e interacción social.
Se observa muchas veces un fenómeno conocido como camuflaje, lo que lleva a una subdiagnosticación. Como señala Víctor Ruggieri: “El esfuerzo involucrado en el camuflaje contribuye a la ansiedad y la depresión” (2020, p. 14). Además, Montagut y otros autores explican que “el sesgo de género en la identificación de los rasgos del TEA se basa en la idea de que socialmente mantenemos una serie de expectativas sobre cómo se relacionan las niñas, con concepciones como que su juego es más tranquilo o que tienden a ser más tímidas. De este modo, las niñas con rasgos autísticos y potencialmente diagnosticables tienden a pasar desapercibidas para los profesionales porque cumplen estas expectativas” (Montagut, et al 2018, pp. 43-44).
Las consecuencias de un diagnóstico tardío o erróneo son graves. Muchas mujeres con TEA no diagnosticadas correctamente pueden recibir diagnósticos de otros trastornos de salud mental, como ansiedad o depresión, que son manifestaciones secundarias del autismo no reconocido. Ruggieri menciona que “las personas con autismo tienen cuatro veces más posibilidades de desarrollar depresión que la población general, considerándose la afección de salud mental más común entre ellas” (2020, p.13). Además, la falta de diagnóstico preciso puede llevar a un aumento en el riesgo de suicidio. Según Ruggieri, "desde 2013 en adelante, el índice de suicidio en autistas aumentó significativamente, siendo 3 veces más alto que en los no autistas, con predominio en mujeres. Las edades de suicidio fueron entre 14 y 70 años y la media fue de 32 años" (2020, p. 15). Estos datos subrayan la importancia de diagnósticos tempranos y precisos para disminuir los riesgos asociados al TEA.
Sabemos que el proceso de diagnóstico enfrenta barreras económicas, ya que es costoso y no existe legislación que garantice el acceso y la cobertura del diagnóstico para personas adultas. Además, la falta de profesionales especializados, con conocimientos actualizados sobre el sesgo de género y una comprensión profunda del TEA, es una barrera significativa, especialmente en regiones extremas del país.
Finalmente, el estigma social hacia el diagnóstico de TEA y el temor a confirmar sospechas debido a la falta de comprensión en la sociedad y entre los profesionales también dificultan el proceso. Avanzar en la aceptación de la diversidad y mejorar la comprensión del TEA en la sociedad es crucial para prevenir problemas de autoestima, sobreexigencia y autoconcepto en personas con este trastorno, y para mejorar sus habilidades sociales y comunicativas.
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