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El coaching es un proceso profesional de acompañamiento conversacional, reflexivo y orientado a objetivos, mediante el cual un coach facilita el desarrollo de la conciencia, la autonomía y el potencial del cliente (coachee), promoviendo aprendizajes significativos y cambios sostenibles en diversos ámbitos de la vida personal y profesional.

La International Coaching Federation (ICF) —organismo de referencia global en la regulación del coaching profesional— lo define como:

"Una asociación con el cliente en un proceso de acompañamiento reflexivo y creativo que le inspira a maximizar su potencial personal y profesional" (ICF, 2021).

Este acompañamiento se basa en la premisa de que el cliente posee los recursos necesarios, o bien puede desarrollarlos, para avanzar hacia sus objetivos. A diferencia de otros enfoques de ayuda, el coaching no es consultoría, terapia ni mentoring, ya que no busca proporcionar soluciones externas, sino facilitar el descubrimiento y el aprendizaje desde la propia experiencia del cliente (Stober & Grant, 2006).

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Definición, Origen y Fundamentos del Coaching

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Aunque el coaching ha cobrado gran visibilidad en las últimas décadas, sus raíces conceptuales son profundas y se nutren de distintas tradiciones filosóficas y psicológicas. El término coach tiene un origen etimológico interesante: proviene del vocablo húngaro kocsi, utilizado en el siglo XV para referirse a un carruaje que transportaba personas de un lugar a otro. Esta metáfora del viaje guiado se ha mantenido hasta hoy, reflejando la función del coach como acompañante en el camino de desarrollo de su cliente.

En términos históricos, el coaching moderno comienza a tomar forma en el ámbito deportivo durante los años 1970, particularmente con los aportes de Timothy Gallwey, quien en su libro The Inner Game of Tennis (1974), introdujo la idea del “juego interior”, donde el mayor desafío no es solo la competencia externa, sino el manejo de los propios pensamientos y emociones que afectan el desempeño.

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Desde un marco académico, el coaching se nutre de diversos enfoques teóricos que han configurado su práctica actual:

• La mayéutica socrática, donde el conocimiento emerge a través de preguntas facilitadoras (Passmore & Fillery-Travis, 2011).

• La psicología humanista de Carl Rogers, centrada en la aceptación incondicional, la empatía y la confianza en el potencial humano (Rogers, 1961).

• La logoterapia de Viktor Frankl, que destaca el sentido y propósito como motor de cambio (Frankl, 1946).

• La ontología del lenguaje desarrollada por Echeverría, Flores y Maturana, que concibe el lenguaje como generador de realidad y acción (Echeverría, 1994).

• La psicología del deporte de Gallwey, con su concepto de inner game (Gallwey, 1974).

 

A diferencia de la terapia —que se orienta a abordar problemáticas clínicas, traumas o trastornos psicológicos— el coaching no trabaja sobre el sufrimiento mental ni reemplaza procesos terapéuticos. Ambos pueden ser complementarios, pero sus objetivos, métodos y alcances son distintos. Mientras la terapia suele centrarse en la sanación de heridas emocionales y el tratamiento de trastornos, el coaching se focaliza en el desarrollo de habilidades, el logro de objetivos y el crecimiento personal en un contexto de bienestar funcional.

Desde esta perspectiva, el coaching es un proceso que integra el autoconocimiento (desarrollo de la consciencia personal), la responsabilidad (capacidad de elección y acción consciente), el aprendizaje experiencial (descubrimiento activo de recursos y soluciones), y la conversación transformacional (diálogo reflexivo que permite cuestionar creencias, abrir posibilidades y diseñar acciones concretas) (Bachkirova, Cox & Clutterbuck, 2010).

En definitiva, el coaching es un espacio profesional donde se facilita el desarrollo integral de la persona o el sistema (equipo, organización), respetando su autonomía, fomentando su capacidad de aprendizaje y acompañando su proceso de cambio hacia objetivos definidos, medibles y sostenibles.