El impacto del estrés crónico en la cognición y la importancia de la pausa consciente

Vivimos en una sociedad acelerada, donde uno de los mayores riesgos para nuestra mente es el estrés crónico. A diferencia del estrés puntual que nos ayuda a reaccionar ante retos o peligros, el estrés sostenido en el tiempo deteriora la salud mental, bloquea el pensamiento reflexivo y nos hace más irritables e impulsivos. Según el neurocientífico Robert Sapolsky, estar constantemente en alerta nos pasa una factura emocional y cognitiva importante.

Este problema se agrava con las presiones sociales, laborales y la hiperconexión digital que caracteriza a nuestro tiempo. Aunque estamos siempre “conectados”, nos desconectamos de nosotros mismos. Cada vez dejamos menos espacio para actividades que protegen nuestra mente, como descansar, conversar profundamente o simplemente “no hacer nada”.

Y ese “no hacer nada” es clave. La ciencia ha descubierto que, cuando no estamos enfocados en una tarea, se activa una red cerebral llamada red neuronal por defecto. Lejos de ser inactividad, esta red es esencial: nos ayuda a organizar recuerdos, procesar emociones, conectar ideas y hasta ser más creativos. Como explican los investigadores Buckner y Christoff, este modo interno de la mente es fundamental para la introspección, la claridad mental y la creatividad.

El problema es que la hiperestimulación constante interfiere con este proceso. La atención fragmentada de las redes sociales y las pantallas no deja espacio para que la mente entre en este modo reparador y creativo.

Por eso, hacer pausas conscientes, descansar, meditar o simplemente darnos momentos sin obligaciones son necesarios para nuestra salud mental y para cuidar nuestra capacidad de pensar, crear y sentir con profundidad.

En este contexto, el mindfulness o atención plena, se presenta como una herramienta especialmente valiosa y eficaz. Frente al ritmo acelerado y la sobrecarga de estímulos que enfrentamos cada día, el mindfulness nos invita a detenernos, a regresar al momento presente y a observar nuestra experiencia con conciencia y sin juicios.

Practicar la atención plena nos permite crear pausas necesarias para procesar emociones, integrar aprendizajes y reconectar con nuestra esencia. Al igual que los espacios de calma, el arte, la conversación profunda o el contacto con la naturaleza, el mindfulness es fundamental para mantener el equilibrio y recuperar nuestra humanidad en medio del ruido y las exigencias del mundo contemporáneo.

Referencias

Buckner, R. L., Andrews-Hanna, J. R., & Schacter, D. L. (2008). The brain’s default network: Anatomy, function, and relevance to disease. Annals of the New York Academy of Sciences, 1124(1), 1-38.

Christoff, K., Gordon, A. M., Smallwood, J., Smith, R., & Schooler, J. W. (2016). Mind-wandering as spontaneous thought: A dynamic framework. Nature Reviews Neuroscience, 17(11), 718-731.

Goleman, D. (2013). Focus: El poder de la atención en un mundo distraído. Editorial Kairós.

Lupien, S. J., McEwen, B. S., Gunnar, M. R., & Heim, C. (2009). Effects of stress throughout the lifespan on the brain, behaviour and cognition. Nature Reviews Neuroscience, 10(6), 434-445.

McEwen, B. S. (2007). Physiology and neurobiology of stress and adaptation: Central role of the brain. Physiological Reviews, 87(3), 873-904.

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Sapolsky, R. M. (2004). Why Zebras Don't Get Ulcers. Holt Paperbacks.

Small, G., & Vorgan, G. (2008). iBrain: Surviving the Technological Alteration of the Modern Mind. HarperCollins.